En realidad todo sería más simple y mas claro, no habría tantos malos entendidos y lo más importante, viviríamos más tranquilos.
Pero nosotros los seres humanos no pensamos eso antes. Pongo el siguiente ejemplo (que nace de la inspiración de un texto de Stephen Covey):
“Estás desayunando con tu familia. Tu hija tira una taza de café y chispea tu camisa de trabajo. Tú no tienes control sobre lo que acaba de pasar. Lo siguiente que suceda será determinado por tu reacción. Tú maldices. Regañas severamente a tu hija por que te tiró la taza encima. Ella rompe a llorar. Después de regañarla, te volteas a tu esposa y la criticas por colocar la taza demasiado cerca de la orilla de la mesa. Y sigue una batalla verbal. Tú vociferando subes arriba a cambiarte la camisa. Cuando bajas de regreso, encuentras a tu hija demasiado ocupada llorando terminándose el desayuno y estar lista para la escuela. Ella pierde el autobús.
Tu esposa debe irse inmediatamente para el trabajo. Tú te apresuras al carro y llevas a tu hija a la escuela. Debido a que tú ya estas atrasado, manejas 40 millas por hora en una velocidad máxima de 30 millas por hora.
Después de 15 minutos de retraso y obtener una multa de tráfico por $60.00, llegas a la escuela. Tu hija corre a la escuela sin decirte adiós. Después de llegar a la oficina 20 minutos tarde, te das cuenta que se te olvidó el maletín. Tu día empezó terrible. Y parece que se pondrá cada vez peor. Ansias llegar a tu casa.
Cuando llega a tu casa, encuentras un pequeño distanciamiento en tu relación con tu esposa y tu hija. ¿Por qué? Debido a como reaccionaste en la mañana”.
¿Por qué tuviste un mal día?
a) ¿el café lo causó?
b) ¿tu hija lo causó?
c) ¿el policía lo causó?
d) ¿tú lo causaste?
La respuesta es la “d”
Tú no tenías control sobre lo que pasó con el café. La forma en como reaccionaste esos 5 segundos fue lo que causó tu mal día.
Te presento lo que debió haber sucedido.
El café te chispea. Tú hija está a punto de llorar. Tú gentilmente le dices, “esta bien cariño, solo necesitas tener más cuidado la próxima vez. Después de agarrar una camisa nueva y tu maletín, regresas abajo y miras a través de la ventana y vez a tu hija tomando el autobús. Ella voltea y te dice adiós con la mano. ¿Notas la diferencia?
Dos escenarios diferentes. Ambos empezaron igual. Ambos terminaron diferente. ¿Por qué? Tú realmente no tienes control sobre el 10% de lo que sucede. El otro 90% se determinó por tu reacción.
Este ejemplo pone de referencia lo que trato de decir, siento que en realidad si nos diéramos el tiempo de aplicar la conocida norma 90/10 que es a lo que se refiere... el mundo sería mucho mejor.
Reflexiona.
..que bueno lo que haz expuesto....
el ser tan impulsivo no siempre es bueno....
mi experiencia de mi niñez es bastante parecido al ejemplo que dan....yo ahora aplico el camino más sencillo....si un vaso se rompe, si algo se mancha...¡¡que IMPORTA!!!!
se compra, se lava.....
cariños,